miércoles, 17 de febrero de 2016

LA VIDRIERA EN EL SIGLO XX

   Desde su creación la vidriera siempre interesó a los artistas. Su ejecución depende de diversas técnicas gráficas y pictóricas, algunas especificas y otras que comparte con el vidrio: sopladura, grabado, termoformado o moldeado. Las vidrieras han estado siempre ligadas a la arquitectura y aunque no siempre ha existido comunicación entre arquitecto y vidriero, este arte se ha ido abriendo a las artes aplicadas. El problema de la vidriera a finales del siglo XX ha sido el auge de la sociedad del diseño, en la que existe un debate entre lo funcional y lo estético. Una preponderancia de lo funcional nos conduce a una disminución de lo artístico, lo que afecta a las artes aplicadas. Se podría pensar que este funcionalismo ha sido superado por la pluralidad en la arquitectura, pero no es así, ya que sigue teniendo un peso muy importante lo tecnológico; hoy en día en un edificio el arquitecto no tendrá solo en cuenta la función decorativa de la vidriera, sino que pensará también en la temperatura del espacio, el mantenimiento del material, la fuerza física, las dimensiones de la obra o las regulaciones, todo ello relacionado con la parte tecnológica y científica.   

    Durante la primera mitad del siglo XX la técnica del vidrio no estuvo más extendida que después de su recuperación en el siglo XIX, pero se había conservado su producción, y no siempre relacionada con el arte religioso, como había pasado en otros momentos, sino como forma artística propia. Aunque la vidriera continúa utilizándose en espacios religiosos debido al misticismo creado por la relación que establece con la luz, se ha ido abriendo paso a nuevos espacios como los referidos a usos sociales, económicos o de ocio y placer.

    A lo largo del siglo XX surgieron nuevas técnicas y se fue innovando en el campo del vidrio. La arquitectura contemporánea apuesta por la pureza de la línea y además se introducen novedades en la estructura clásica de composición de los edificios, gracias a los nuevos materiales como el cemento y el acero. Estas nuevas estructuras liberan espacios ofreciendo la posibilidad de poder hacer edificios donde las paredes y la mayoría de sus estructuras son de cristal. Esta nueva concepción del vidrio no sería posible sin las innovaciones técnicas que se han producido en el terreno de las vidrieras. El artista contemporáneo ya no fabrica su vidrio sino que lo compra a fabricantes especializados. Para la construcción de las vidrieras se puede utilizar casi cualquier tipo de vidrio que combinados entre sí dan lugar a innumerables matices y texturas. Aun así se sigue utilizando el llamado"vidrio antiguo" que tiene una textura grumosa y suave. Dentro de esta denominación hay muchas tipologías de vidrio que responden a la manera en que se sopla o se corta.

   La introducción del vidrio fundido, que resulta de fundir una hoja de vidrio transparente y las piezas de vidrio de color que forman el dibujo, permite la desaparición de las tiras de plomo. Otra de las nuevas técnicas, recuperada del mundo bizantino, consiste en integrar vidrio espeso, de unos tres centímetros de grosor, denominado baldosa de vidrio, en la obra para crear una ventana. Esta estructura se monta con hormigón o resina epoxídica. En un ámbito de investigación y de difusión, también son importantes para la artesanía del vidrio los años ochenta, durante los cuales nacen algunas revistas especializadas en Europa (como Revue du Verre en Praga, Neues Glas en Dusseldorf, Stained Glass en Nueva York o Revue de la Céramique et du Verre en Francia). Algunos museos y galerías de París, Nueva York, Londres o Bruselas han dedicado algunos espacios al vidrio. A lo largo de los últimos años los artistas también se han decidido a pintar los vidrios por las dos caras, o a combinar los vidrios con plásticos y espejos.

   La vidriera contemporánea se integra perfectamente en los volúmenes y ayuda a crear espacios más acabados, más armónicos. El vidrio se encarga de comunicar el interior con el exterior ya que es a través de él que un espacio tiene más o menos luz. Dependiendo de la función y del ambiente que se quiera crear encontraremos un vidrio u otro y el trabajo del vidriero será clave en su definición. A parte de este papel funcional, el vidrio tiene también un papel artístico, ya que es una obra de arte en sí mismo.

   En la Europa de principios del siglo XX algunos movimientos de vanguardia, como el de la Bauhaus, se dedican a recuperar el ideal de los constructores de catedrales de la Edad Media, fundar una "comunidad de trabajo" donde el artista y el artesano sean uno mismo. Las raíces de esta institución alemana deben buscarse en el movimiento británico Arts & Crafts, en las ideas de la Werkbund alemana y en la Secesión vienesa. Fue fundada en 1919 por Walter Gropius y no tardó en superar las fronteras de su país de origen. A través del manifiesto de la Bauhaus, podemos ver como los artistas de vanguardia continúan buscando la obra de arte total, en un intento por crear un hombre nuevo. Uno de los artistas más significantes de este movimiento en el arte vitral es Josef Albers, cuya perseverancia y talento le llevaron a ser el encargado de organizar el taller de pintura de vitrales en la Bauhaus. Sus proyectos muestran una misma evolución: el paso del assemblage de formas asimétricas a las composiciones de formas estrictamente geométricas basadas en estructuras de serie. En 1925 Albers comenzó a crear sus célebres obras con varias capas de vidrio opalescente multicolor, que representaban motivos regulares y de contornos exactos gracias al uso de plantillas y del chorro de arena.
Josef Albers
   Es un viejo sueño de los artistas que la creación de un entorno mejor y más bello promueva el surgimiento de un ser humano nuevo y más noble. Esta idea utópica tiene raíces metafísicas en el hecho de que está relacionada con las doctrinas religiosas de la salvación. Estos sueños han mantenido su influencia hasta el momento presente, especialmente entre los arquitectos. El "suprematismo" ruso y su sucesor, el "constructivismo", así como el movimiento holandés de De Stijl tenían sus bases en un intento de cambiar el mundo y de crear un arte funcional y normativo.

   El arte abstracto en la vidriera se manifiesta en los años veinte con la decoración del café de Aubette en Estrasburgo que va unido al nombre de Theo van Doesburg y contó con la colaboración de Jean Arp y de su mujer Sophie Taeube para realizar las vidrieras en 1926, que actualmente muchas de ellas están perdidas. Theo van Doesburg utilizó un lenguaje simple de líneas ortogonales que se identificó con el movimiento de De Stijl.

   Jacques le Chevalier fue uno de los artistas del siglo XX que contribuyeron a la renovación de la vidriera. Nació en París y entre 1911 y 1915 estudió en la Escuela Nacional de Artes Aplicadas. Cuando se licenció fue llamado por Louis Barillet para que colaborase con él en su taller de vidrieras. Esta colaboración, en la que también participó Théo Hanssen, duró haesta 1945. En este taller denominado Les artisans de l'autel se realizan composiciones cubistas con vidrios blancos y negros y poniendo en relación diversos materiales con el vidrio como espejos y vidrios estriados. Aunque no exentos de crítica, sus obras fueron una de las empresas más importantes para las vidrieras religiosas, ya que buscaban que la atmósfera colorista de sus vidrieras estuviera acorde con la santidad del lugar. Desde 1945 le Chevalier instaló su propio taller de vidriera en Fontenay-aux-Roses. Para él la vidriera es el punto perfecto de encuentro entre el arte sensible y la monumentalidad. Creó un gran número de vidrieras para iglesias que se estaban reconstruyendo tras el periodo de guerra. Entre ellas las de Doullens, Roche-Posay, Conde-sur-Noireau, Saint-Hilaire-du-Harcouët, las catedrales de Besançon, Tolosa, Angers o Echternach o diversas iglesias o capillas de Suiza y Bélgica. En 1948 organiza con Maurice Rocher el Centro de Arte Sagrado. Fruto de estos talleres, Jean Héber-Stevens y Pauline Peugniez fundaron un taller para renovar el arte de la vidriera introduciendo la sensibilidad del arte de la pintura y, en 1939, Hébert-Stevens organizaba en el Petit Palais de París una exposición dedicada a las Artes Decorativas donde se dieron a conocer las obras de pintores como Roualt, Gromaire o Bazaine dentro del mundo de la vidriera, pero esta iniciativa no tuvo futuro por la inminencia de la Segunda Guerra Mundial.

   Las dos guerras mundiales fueron importantes para la historia de las vidrieras, ya que muchas iglesias destruidas necesitaban nuevas propuestas. Muchas vidrieras de iglesias se habían roto con los bombardeos, y las administraciones decidieron hacer encargos a artistas contemporáneos como ocurrió con la iglesia de Notre-Dame de Ginebra, en la que el abad Dusseiller buscó artistas contemporáneos que fueran capaces de aplicar las nuevas tendencias a la doctrina católica. Con esta tarea consiguió que esta iglesia se convirtiera en un campo de experimentación de las tendencias del arte moderno y, así, podemos encontrar en la producción de vidrieras postulados neoimpresionistas o cubistas. Se pensó de manera radical en incluir obras nuevas y modernas en edificios del pasado, mezclando lo nuevo con lo antiguo.

   Tras la Segunda Guerra Mundial, los encargos en el campo del arte religioso no se limitaron a la arquitectura propiamente dicha. Hay muchos ejemplos del espíritu que presidía la voluntad de tener una obra religiosa total, insistiendo en mezclar las diferentes artes del momento. Se generalizó un nuevo talante, tanto de la arquitectura como de la Iglesia y todo ello supuso una nueva actitud también con el referente del vidrio. Un ejemplo clave es la iniciativa de la Iglesia francesa al contratar artistas plásticos y grandes pintores como Matisse, Braque o Léger, para la creación de vidrieras de iglesias que abandonaban lo figurativo e integraban formas abstractas. A Matisse se le encargó el diseño de las vidrieras, los murales y el suelo de la capilla del Rosario de los dominicos en Vence. Con estas vidrieras pretendía que el espectador se sintiera relajado y aliviado de sus preocupaciones. Braque y Léger adaptaron sus inquietudes artísticas a las exigencias de las vidrieras. Las vidrieras de Braque para la capilla de Santo Domingo de Varangeville (1954) muestran formas definidas y luminosas, relacionando la corriente artística del momento con las vidrieras. Una de las escenas que más impacta nos ofrece un santo Domingo de tez roja. La figura ocupa todo el espacio vertical de la vidriera ya que se encuentra encima de un pedestal. La vidriera está flanqueada por otras dos que parecen contener la representación de unas serpientes. Predominan los tonos amarillos y azules delimitados por gruesos trazos negros. Léger hizo una cosa parecida, y en 1950 creó una gran obra para la iglesia del Sagrado Corazón de Audincourt con una nueva técnica: un friso que ocupaba tres paredes formado por baldosas de vidrio de tres centímetros de grueso que iban colocadas en el muro. Léger era ateo pero aquí supo crear una obra con un fuerte simbolismo cristiano a través de las formas de colores vivos y rodeadas en negro que recuerdan mucho al estilo de las pinturas.
Capilla del Rosario de los Dominicos en Vence. Matisse.
Sagrado Corazón de Audincourt, Léger
Sagrado Corazón de Audincourt, Léger
   Pero la intervención de artistas modernos en la restauración de Notre-Dame-de-Toute-Grâce de Assy (1938-1949), por voluntad del padre Couturier, fue el punto necesario para que el arte contemporáneo entrase definitivamente en el espacio religioso. Participaron entre otros Matisse, Bonnard, Rouault o Léger. Otro pintor que también diseñó vidrieras fue Marca Chagall que buscaba en el vidrio la misma luminosidad que obtenía en sus pinturas y el plomo le permitía dar una mayor sensación de movimiento a sus representaciones. Son muy célebres las vidrieras que diseñó para el Hadaza-Hebrew University Medical Center de Jerusalén o para la catedral de Reims.

   También en Inglaterra encontramos ejemplos de representaciones abstractas en las vidrieras de los edificios religiosos, como la catedral católica de Liperpool y la representación de la Trinidad (1962), obra de John Piper y Patrick Reyntiens.

   En Alemania, tras la segunda Guerra Mundial, hubo una buena colaboración entre arquitectos y vidrieros. Una nueva generación de artistas claramente influenciados por la Bauhaus, crearon obras combinando diferentes colores y tiras de plomo, dando así más importancia a la línea. Ludwig Schaffrath se decantaba por los colores suaves; Wilhelm Buschulte destacó por sus diseños de tipo orgánico como los de la iglesia de Santa Úrsula de Colonia; Johannes Schereiter tomó influencias del arte japonés; Dominikus Böhm utilizó el vidrio colado de tonos suaves para las vidrieras de la iglesia de Santa María die Königin de Colonia; Jochem Poensgen combinó el hormigón con el vidrio en la Christus-Kirche de Dinskalen. Pero tras esta generación de artistas, en Alemania hasta los años más recientes no se encontraron sucesores.

   En la actualidad encontramos vidrieros destacados en todo el mundo. En Francia, Pierre Buraglio, Valentine Reyre o Gérard Garouste realizan aportaciones del arte contemporáneo en las iglesias; En Alemania, Renate Gros o Karl-Martin Hartmann marcados por un fuerte carácter geométrico; en Gran Bretaña, Brian Clarke, Alexandre Beleschenko, Graham Jones o Hugh Easton buscan nuevas técnicas que potencian la expresividad y le dan a sus obras mucha importancia al cromatismo; en Italia, desde principios de siglo funciona el laboratorio de Vetrate d'Arte Giuliani del pintor y químico Giulio Cesare Giuliani, donde colaboran artistas contemporáneos importantes como Paolo Portoghesi, Luigi Ontani o Piero Dorazio; en Hungría, Giovanni Hajnal es un artista que realizado numerosas obras en diferentes países y destaca por su arte cercano al expresionismo y al realismo existencial y por su cromatismo.

   En el continente americano la vidriera contemporánea también ha tenido gran esplendor. Después del auge de la vidriera que se dio con Tiffany, Estados Unidos se sumergió en una situación de crisis en este campo y se tuvo que esperar al pleno siglo XX para recuperarlo. A esta recuperación contribuyó el arquitecto Frank Lloyd Wright, que buscaba en sus diseños la integración de los edificios con el paisaje y el mobiliario. Para Wright las vidrieras eran un componente integral de la arquitectura. Trabajó el vidrio en su estructura, como la casa Coonley o la casa Martín en Búfalo. En 1954 realizó la capilla Danforth, en el Florida Shouthern Collage, Lakelaand. Lentamente el vidrio en Estados Unidos se fue integrando en la arquitectura de una manera práctica y se iniciaron construcciones con vidrio facetado y hormigón. El primer edificio basado en esta técnica fue la Firts Presbyterian Church de Stanford, en Connecticut en 1958. A partir de este primer experimento se extendió la colocación de ventanales de baldosas en el hormigón, como hicieron Emil Frei en San Luis, Bernard Gruenke en los Conrad Schmitt Studios en Milwaukee, Roger Darricarrere en Los Ángeles o el mural iluminado de aluminio y baldosa de vidrio del edificio de la compañía aérea KLM en Nueva York diseñado por Gyorgy Kepes. En Estados Unidos surgió una nueva generación de vidrieros jóvenes que crearon obras de gran calidad para edificios no religiosos y tratando temas de la época, como Paul Marioni o los Winterich Studios de Cleveland.
Frank Lloyd Wright, Casa Coonley
   En México, los inicios del arte vitral se remontan a 1875 con Claudio Pellandi, que en 1900 establece allí su estudio y más tarde se asociaría con el del americano Winwburg. Estos talleres utilizaban técnicas medievales con muy pocos cambios excepto en su iconografía y significado. En 1920 Villásen pone en marcha un departamento de vidrieras en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de México. En 1929 Diego Rivera produjo diseños para las vidrieras del palacio de la Salud que fueron realizadas por Villásen. En 1982, Rufino Tamayo diseñó un mural de láminas de vidrio que mide 25x25 mts. y que se realizó en Glasindustrie Van Tetterode de Ámsterdam. Se encuentra en el Museo de la Ciudad de México y es la obra de arte de vidrio laminado más grande del mundo. En la actualidad en México los artistas se encuentran con la problemática del coste de la elaboración de las vidrieras. Por ello, uno de los vidrios con más éxito, y que se encuentra muy presente en la arquitectura contemporánea, es el vitral transparente que se bisela pieza por pieza antes de ensamblarlo y así la luz se desprende de sus cualidades comunes por los ángulos y conornos del vidrio. Otra de las alternativas es la técnica del fusionado. En la actualidad Armonía Ocaña es una de las artistas que trabaja la vidriera contemporánea mexicana.

   En la América más septentrional, Robert McCausland fundó el primer estudio de Canadá en la ciudad de Toronto, en 1850. Aprendió el arte de la vidriera en Irlanda donde estudió las técnicas tradicionales. A su regreso a Canadá se encargó de más de la mitad de la producción de las vidrieras canadienses en el siglo XX. Inonne Williams inició su aprendizaje y primeros años de trabajo en Estados Unidos. En 1934 abrió su estudio en Toronto y en él han aprendido muchos artistas que trabajan la vidriera contemporánea.

   La vidriera ha interesado en otros continentes. En Japón el padre de la vidriera es Unozawa, artista que estudió en Alemania y en 1899 puso su estudio en su país natal, al cual en 1930 se le uniría Matsumoto. El arte japonés influyó mucho en las vidrieras modernistas, pero siempre estuvo sujeto a una interpretación occidental. Este proceso se ha invertido. Tras la Primera Guerra Mundial el arte vitral se hizo muy popular en Japón. Trabajaron artistas europeos como Gabriel Loire (Sinfonía de la Felicidad Infantil en el Museo de Arte Moderno de Hakone) o Hans Stocker (vidrieras de la catedral de Kyoto). También es importante citar un artista joven, Yoshiro Ohyama, que se formó en Montpellier y que trabajó en colaboración con Patrick Reyntiens en las vidrieras de la catedral de Washington.

   Australia es un país joven, por lo tanto también lo es su arte, pero tiene la ventaja de haber recibido influencias de todo el mundo y esto ha hecho que se enriqueciera en gran medida, y así en el siglo XIX los australianos empezaron a importar las vidrieras de Inglaterra, con la peculiaridad que la decoración de éstas era la flora y fauna propia de Australia. El artista vidriero más destacado es Leonard French, formado en Europa e influenciado por Léger, Manessier o Delaunay. En los años cincuenta hay un despertar cultural en Australia y en los setenta encontramos un grupo de artistas que empiezan a interesarse por el arte de la vidriera existiendo así una gran producción para las casas.

   En Sudáfrica, Paul Blomkamp es uno de los artistas más importantes de la vidriera en este país. En sus primeros trabajos no usa el plomo, pues era un recurso inalcanzable en Sudáfrica, sustituyéndolo por resina. En Liberia encontramos al artista americano Reed Harvey donde enseña el arte de la vidriera. Se encargó de la realización de las vidrieras de la iglesia de Monrovia, que evocan modelos primitivos de gran sencillez. Por último, Roger de La Harpe ha realizado trabajos para la iglesia de Sabie en Mpumalanga en Sudáfrica utilizando símbolos cristianos en una composición cromática muy viva delimitada por trazos negros gruesos que le dan un aspecto geométrico a la representación.

BIBLIOGRAFIA:

  • Xavier Barral i Altet: Vidrieras Contemporáneas. Lunwerg Editores, Barcelona, 2006.